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Evaluando las Afirmaciones de los Ateos

Por Vern S. Poythress

El mundo a nuestro alrededor sigue en buena parte el camino de la autonomía humana. Dice, “Piensa por ti mismo”. Considera la Biblia como un mero libro antiguo con ideas primitivas. Así que nos aconseja que deberíamos tan solo aceptar lo que nos dicen los científicos.

Es irónico, entonces, encontrar pensamiento autónomo descrito en la descripción bíblica de la Caída. La serpiente lanza dudas sobre la palabra de Dios (“No moriréis”, Gén. 3:4) y recomienda a uno pensar por sí mismo independientemente de la instrucción de Dios. Esto es, la serpiente defiende la autonomía. Génesis 3 enseña que la elección de Adán y Eva de ser autónomos conduce a la muerte, espiritualmente y después físicamente. Hay mucho en juego.

Cristo enseña que el Antiguo Testamento es la misma palabra de Dios (Juan 10:35; Mateo 5:17-18, 19:4-5). Si le seguimos a Él, deberíamos tener una perspectiva diferente a la del mundo. Otros artículos en este número son dirigidos directamente a la enseñanza de la Biblia sobre Adán y los orígenes humanos. Pero además de esto, nuestro punto de vista cristiano debería abarcar nuestra actitud hacia la ciencia en modo más general.

La ciencia es una obra humana, y los seres humanos son pecadores. Así que tenemos que tener cuidado. Los seres humanos siguen siendo hechos en la imagen de Dios, así que deberíamos respetar y valorar los logros humanos. Pero el pecado genera distorsiones en el pensamiento humano, distorsiones que Dios vence por la redención de Cristo. Y la provisión redentora de Cristo para nosotros incluye las palabras en la Biblia, que poseen la autoridad de Dios y nos guía en la senda del pensamiento piadoso y del acto piadoso (Salmo 119:105).

La ley científica

¿Qué, pues, tiene la Biblia por decir? La Biblia indica que Dios ha creado el mundo hablando: “Dijo Dios: «Sea la luz.» Y fue la luz” (Gén. 1:3). Del mismo modo Dios gobierna el mundo providencialmente hablando: “Enviará su palabra y los derretirá [nieve y hielo]” (Salmo 147:18). La palabra de Dios determina tanto eventos excepcionales y milagrosos (como los milagros de Jesús, normalmente llevados a cabo hablando) como las regularidades: “Dijo luego Dios: «Haya lumbreras en el firmamento de los cielos para separar el día de la noche, que sirvan de señales para las estaciones, los días y los años»” (Gén. 1:14).

La ley que gobierna el mundo es el discurso de Dios. El discurso de Dios expresa su poder y sabiduría personal; no es un mecanismo impersonal. La ciencia moderna, buscando entender las “leyes de la naturaleza”, está buscando en realidad cómo la palabra de Dios gobierna al mundo.

Pero muchos científicos modernos se han extraviado de la verdad. Piensan sobre la ley como un mecanismo impersonal. Esta manera de pensar es una forma de idolatría, según la descripción de la Biblia en Romanos 1:22-23: “Pretendiendo ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por imágenes de hombres corruptibles…”. En tiempos antiguos, la gente se hacía estatuas físicas para representar dioses falsos. Ahora, la gente a menudo cambia a Dios por un sustituto en la forma de una supuesta ley mecánica e impersonal. Este tipo de sustitución sigue siendo una forma de idolatría.

La idolatría implica necedad (Rom. 1:21-22), y la necedad conduce a juicios erróneos. Tenemos entonces que estar preparados para pasar por el tamiz las afirmaciones hechas en el nombre de la ciencia, en vez de tan solo someternos a ellas.

¿Realmente marca la diferencia el creer que las leyes del universo son el discurso de Dios en vez de un mecanismo impersonal? Lo hace. Las regularidades que los científicos modernos descubren aproximan la palabra de Dios o la ley de Dios que gobierna el orden providencial presente de las cosas. Pero la Biblia distingue el orden providencial presente de las manera en que fueron las cosas en el tiempo en que Dios creó el mundo, tal como está descrito en Génesis 1-2. Así que Dios puede haber actuado de modo diferente durante ese tiempo. Ciertamente, puede seguir respondiendo de modo diferente más tarde en la historia, cuando contesta personalmente a las necesidades personales de su gente. Puede obrar milagros, como lo hizo con el diluvio de Noé y las plagas en Egipto. Dios no está restringido en sus acciones por una supuesta ley natural impersonal.

Cuando Cristo vuelva, el presente orden del universo será transformado (Rom. 8:21-22; 2 Pedro 3:10-13). Con lo cual, sabemos que el orden presente no durará para siempre. En contraste, los científicos no cristianos extrapolan el orden presente a un futuro infinito, porque creen en una ley impersonal.

Científicos cristianos y no cristianos pueden hasta cierto punto trabajar conjuntamente en muchos proyectos científicos modernos, porque ambos viven en el mundo de Dios y ambos dependen del control providencial de Dios. Pero los científicos no cristianos no reconocen a Dios. Dependen de Él, pero sofocan la verdad sobre Él (Rom. 1:18). Y en nuestro tiempo muchos cristianos están en parte comprometidos por la misma idolatría, porque la atmósfera que prevalece en la práctica de la ciencia es aquella de la ley impersonal. Las diferencias son traídas al frente sobre todo cuando tratamos con los milagros, que pueden implicar excepciones en el patrón normal de la regla providencial de Dios.

Orígenes Biológicos

Podemos ilustrar esto considerando el tema de la descendencia biológica. El orden providencial presente de Dios, establecido por su palabra en Génesis 1, incluye el patrón que los árboles y las plantas se reproducen según sus especies (Gén. 1:11-12) y del mismo modo los animales (Gén. 1:21-22, 24-25). Los pastores israelitas confiaban en la fidelidad de Dios cuando cuidaban ovejas y cabras, y nosotros confiamos en Él a día de hoy cuando criamos perros. Los seres humanos también se reproducen según su especie (Gén. 5:1-3).

Los científicos que creen en una ley impersonal extrapolan lo que ven hoy día al pasado, sin posibilidad de ninguna actividad excepcional de Dios. La evolución sin mente ni propósito – la visión Darwinista dominante – es el resultado inevitable. Y este resultado debe ser, por medio de una lógica despiadada, extendido a los seres humanos, quienes supuestamente están sujetos a las mismas leyes impersonales que el resto de la vida. Dadas estas suposiciones, la conclusión desemboca así: los seres humanos se han originado por la evolución gradual. La evidencia tiene que ser encajada en este cuadro completo, porque no hay realmente otra alternativa, una vez que uno acepta la presuposición fundamental de que la ley es impersonal.

Una visión basada en la Biblia es bastante diferente: Dios ha podido crear a Adán y Eva por una acción milagrosa. No hay ley impersonal. Solo existe el control personal de Dios sobre todas las cosas, tanto de las regularidades como de las excepciones. Dios ha podido también generar la primera vida y los grupos mayores de plantas y animales por acciones creativas milagrosas.

Concordancias en el ADN

Cuando por primera vez los científicos compararon la secuencia de ADN en los cromosomas humanos con la secuencia de los chimpancés, anunciaron que la secuencia era idéntica en un 98 por ciento. Similitudes de este tipo se extienden por todo el mundo de los seres vivos. Con variaciones menores, el ADN de los seres vivos utiliza un código común. Proteínas similares se encuentran en diferentes especies, así como hay también códigos parecidos del ADN en las proteínas. Para los Darwinistas, estas similitudes confirman los ancestros comunes a todos los seres vivos y el modelo Darwiniano de evolución gradual no dirigido. ¿Cómo si no íbamos a justificar científicamente toda esta serie de evidencias?

Pero, en este razonamiento, los Darwinistas confían en unas cuantas suposiciones. (1) No las evidencias, sino más bien una presuposición filosófica, ha excluido a Dios del proceso. Génesis 1 indica que el discurso de Dios ha especificado el patrón por el que los animales y las plantas se reproducen según sus especies. Dios es la fuente. Hasta este día, cada nuevo animal o planta viene a existir por su acción: “Envías tu espíritu, [nuevos animales individuales] son creados y renuevas la faz de la tierra [con nuevas plantas]” (Salmo 104:30). (2) El pensamiento Darwinista estándar supone una visión de la ley impersonal que no admite excepciones. Pero Dios puede haber obrado en maneras excepcionales en la creación de nuevas especies. (3) El Darwinismo no considera explicaciones alternativas que involucran motivos divinos personales.

¿Podría ser que hubiera explicaciones alternativas a tan asombrosas similitudes? El término “diseño inteligente” pertenece a una visión que enfatiza que las similitudes entre los seres vivientes pueden darse debido a diseños comunes. Por ejemplo, no es de extrañar que las proteínas manufacturadas por distintos tipos de animales sean iguales, si las proteínas están diseñadas a hacer las mismas funciones químicas y psicológicas en las células de los animales.

La Biblia no entra en detalles técnicos sobre células y proteínas. Dios no la ha escrito con este propósito. Pero la Biblia indica que, en el nivel de la observación ordinaria, los seres humanos, los animales, y las plantas, tienen procesos reproductivos. Dios ha creado la humanidad, varón y hembra (Gén. 1:27). Los animales más grandes también son macho y hembra (Gén. 6:19). Partiendo de estas observaciones fundamentales, hasta las personas de la Antigüedad podían observar muchas similitudes asombrosas.

Semejanza y analogía

Detrás de las similitudes obvias se encuentra un tema más fundamental, más específicamente el de la semejanza. Dios ha creado al hombre a su imagen (Gén. 1:26-27). Adán engendró a su hijo Set a su imagen: “Vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y le puso por nombre Set” (Gén. 5:3). También sabemos que Cristo es la imagen original de Dios: “Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Cor. 4:4, comparar Col. 1:15, Heb. 1:3). Dios es el Padre original en relación a su Hijo eterno. Adán es un padre derivado. Y la paternidad humana incluye una relación de semejanza entre padre e hijo. Los animales y las plantas no están hechos a imagen de Dios, y aún así se reproducen según sus especies. Así pues, podemos inferir que reflejan vagamente el patrón con Adán, un patrón que origina en la naturaleza Trinitaria de Dios. La reproducción animal es entonces análoga a la reproducción humana, según el diseño de Dios. Y la analogía origina con Dios mismo, en la relación de Dios el Padre a Dios el Hijo. El Padre ama al Hijo, así que no debería sorprendernos que, en honor al Hijo, el Padre como Creador diseñe muchas analogías en el orden creado.

Set es una imagen de Adán, una analogía de él, porque Adán lo engendró. La relación padre-hijo incluye un aspecto biológico y hasta un aspecto químico, tal como podemos comprobar hoy día comparando el ADN entre los padres e hijos biológicos. Aunque hay también una relación de semejanza, o una relación analógica entre Dios y Adán que es el producto de la voluntad creadora de Dios. Así que cuando vemos analogías entre los seres humanos y los chimpancés, la presencia de analogías no nos dice el qué los generó. Una analogía puede originarse a partir de un descendiente biológico, como cuando nace Set, o a partir de la voluntad directa de Dios, como con la creación de Adán en la imagen de Dios.

Así que las analogías entre los diferentes tipos de animales tienen dos posibles explicaciones, no solo una. La teoría Darwinista estándar solo permite una, más concretamente la explicación materialista, porque deja fuera de su jurisdicción el carácter de Dios como el gobernador personal del mundo.

Siempre hemos sabido que nos parecemos en cierto modo a los monos. Ahora sabemos que nuestro ADN es como el de los monos. ¿Y qué? Cuantitativamente, tenemos mucha más evidencia sobre una relación. Pero seguimos teniendo la misma pregunta fundamental, y ésta es, ¿Qué clase de relación es evidenciada por esto? La evidencia ha de ser interpretada. Y la interpretación siempre tiene lugar en un marco de muchas suposiciones sobre la naturaleza del mundo y la naturaleza de la investigación científica. Si un científico asume un marco Darwinista de ley impersonal, va a inferir confiadamente que los humanos y los monos tienen un ancestro común y que la explicación de las analogías es la evolución gradual sin propósito. Pero un Cristiano aún no comprometido a tal marco debería contemplar otra posibilidad, concretamente, que todo de la vida refleja no solamente el diseño común de Dios, el Diseñador sobrenatural, sino también un patrón de analogías reflejando en la tierra el patrón original de Dios Hijo como imagen del Padre.

Qué observan los científicos

La ciencia se concentra en el análisis cuantitativo de la composición material. Así que resulta natural centrarse en el ADN. Pero la gente es personal, no simplemente material. El análisis cuantitativo del ADN nunca puede capturar lo que es único de ser hechos en la imagen de Dios.

Deberíamos también reconocer que los informes han enfatizado evidencias que concuerdan con las expectativas. Informes tempranos sobre la concordancia del ADN de más del 98 por ciento entre humanos y chimpancés compararon solo esas regiones del código de ADN de las proteínas, porque por esos tiempos se creía que dichas regiones eran las más importantes. Pero estas regiones explican solamente cerca del 2 por ciento del ADN total. El resto ha sido denominado “basura”, y los Darwinistas explicaron que es una acumulación evolutiva de piezas rotas. Sin embargo, investigación más avanzada revela más y más funciones positivas concerniendo esta “basura”. Parte de ella regula la expresión del código proteínico del ADN. Cuando el ADN humano y el ADN de los chimpancés son comparados en estas regiones, la amplitud de las concordancias baja hasta aproximadamente el 90 por ciento, o es reducido hasta al tan solo un 70 por ciento, si incluimos regiones en las que correlaciones firmes no han sido establecidas aún. Los científicos han descubierto algunas regiones en el ADN humano que aparentemente no se corresponde a ninguna región conocida de ningún primate. ¿De dónde vienen estas regiones? Este tipo de información tiende a ser infra informado en los medios de comunicación, porque siguen siendo en mucha medida un misterio para los Darwinistas.

De hecho, la cantidad de información pura sobre el ADN continúa aumentando, y mucho queda por ser pasado por el tamiz. Los Cristianos serían bien aconsejados que esperen pacientemente. Deberíamos creer que Dios, quien nos ha dado las Escrituras, es el mismo Dios que gobierna el mundo biológico. La Escritura está en harmonía con los hechos de la biología, pero puede ser fácil o no el obtener una comprensión total de la complejidad de esta harmonía.

Conclusión

El mundo a nuestro alrededor nos dice que aceptemos las últimas declaraciones de los científicos como el producto de expertos que conocen mucho mejor que nosotros. Como cristianos, no debemos sobrevalorar nuestro conocimiento o nuestra pericia. Pero tenemos en la Biblia un mensaje en el que podemos confiar. Debemos usar sus orientaciones. La Biblia critica a la ciencia moderna por su idolatría. Suposiciones sobre la naturaleza de la ley y suposiciones sobre lo que cuenta como una explicación o sobre lo que cuenta como pruebas relevantes juega un papel importante en la ciencia.

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  1. 11 de julio de 2013 a las 10:32

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